PRODUCCIÓN Y REGULACIÓN DE APLICACIONES MÓVILES (apps) EN PAÍSES LATINOAMERICANOS

Es sabido que en América Latina los mercados de trabajo están signados por el auge de la informalidad o precariedad de las relaciones laborales, problema que se suma a las dificultades de los jóvenes para encauzar su creatividad de manera productiva.

En realidad, ambos flagelos acompañan los procesos del capitalismo tardío aún en las sociedades centrales. Pero dichos problemas se agudizan en los países en desarrollo debido a las múltiples desarticulaciones territoriales y sociales expuestas por el aislamiento y marginación de sus poblaciones. En particular, dentro de todos los países de la región se reproduce un cuadro típico de inclusión-exclusión ocupacional: los lazos que anudan a las empresas con los “recursos humanos” de los que deben valerse, marcan relaciones lineales de conexión social, movilización física y adquisición de conocimientos y destrezas. Así, estas mismas dimensiones son las que permiten explicar la exclusión sistemática de poblaciones que en razón de sus privaciones económicas y sociales tienen dificultades:

(a) para tener acceso fluido a las fuentes laborales por incapacidad para insertarse dentro de los mecanismos de participación social (desde los obstáculos psicológico-sociales para darse a conocer hasta la inadaptación a rutinas de labor);

(b) para movilizarse físicamente y con regularidad desde sus poblaciones o barriadas-dormitorios; y

(c) por exhibir formación sistemática insuficiente o presentar certificaciones de estudios en instituciones desacreditadas por las propias empresas.

Ahora bien, las transformaciones tecnológicas que se van operando a escala global, curiosamente están generando en países periféricos como los latinoamericanos algunas oportunidades que al menos transitoriamente permiten “saltar” los obstáculos para el acceso de jóvenes a los mercados de trabajo. Esto puede observarse con respecto a los emprendedores que diseñan y ofrecen programas de computación que por las limitaciones de su objeto y alcance se denominan “aplicaciones” (apps) (1). Se trata de una actividad que hasta el momento puede llegar a ocupar en cada país latinoamericano a no más de un millar de personas por año, pero con un mercado potencial que algunos analistas catalogan como de crecimiento exponencial (2). La relevancia económica y social de este tipo de actividad reside en ese potencial de crecimiento y en la vinculación con otros tipos de actividades similares (distintas formas de creatividad aplicadas al mercado digital en medios audiovisuales) que parecen exhibir una proyección semejante. Al menos en el caso de las apps los emprendedores suelen ser jóvenes (incluso adolescentes), con nivel de socialización y educación propios de los estratos medios y bajos de la población; y localizados en urbanizaciones o conglomerados de variado tamaño y aún distantes de las redes troncales de comunicación dentro de sus respectivos países.

¿Cómo explicar entonces semejante posibilidad de inserción laboral? Una de las claves reside, precisamente, en las características propias de la destreza requerida en este tipo de actividad. Ocurre que las habilidades volcadas en procesos productivos tales como el diseño de programas de computación del tipo apps, no se asocian con las exigencias usualmente planteadas por las empresas: (a) ni el desempeño ni la mera inserción en el mercado laboral suponen un previo desarrollo de aptitudes socio-laborales; (b) el lugar de residencia es indiferente; (c) no caben evaluaciones previas acerca de la capacitación sistemática adquirida en instituciones reconocidas u homologadas.

En efecto, las tecnologías en cuestión pueden ser fácilmente desarrolladas por emprendedores jóvenes trabajando por su cuenta y riesgo y sin disponer de conocimientos que en general caracterizan a los programadores informáticos. Ello se debe a que las apps son programas tan dinámicos como acotados en razón de la alta especificidad de su función. Por lo tanto, la inventiva o creatividad de los emprendedores puede resultar suficiente para generarlos.

Del lado de la demanda, se observa que la contribución de dichos programas al enriquecimiento progresivo de los distintos sistemas operativos y de los navegadores en la web, lleva a las empresas a incrementar su interés en la promoción de actividades de diseño. Entre las empresas interesadas en patrocinar directa o indirectamente a los emprendedores figuran nada menos que las corporaciones con derechos de propiedad intelectual sobre los sistemas operativos utilizados en tablets y smart phones, así como de las entidades que operan los navegadores de Internet.

He aquí el panorama: un mundo donde las tecnologías se montan o desplazan entre sí a un ritmo febril, multiplicando los estímulos a usuarios que pasan a retroalimentar el sistema transformándose en oferentes de innovaciones a través de las cuales los mercados siguen expandiéndose. Pero la referencia no sería completa si se prescindiera de un elemento adicional: las corporaciones disponen de instrumentos idóneos para preservar y, en lo posible, incrementar, la propiedad de procesos y productos y el control sobre las condiciones de producción. La secuencia es: (i) promoción de los procesos creativos; y luego (ii) acaparamiento de sus resultados o productos.

Los instrumentos principales para la preservación e incremento de la propiedad de procesos y productos y el control de las condiciones de producción son esencialmente dos: (a) la apropiación de los inventos a través del régimen de propiedad intelectual; y (b) las prácticas anticompetitivas caracterizadas, usualmente, por el abuso de posición dominante.

La apropiación de los inventos puede obtenerse como resultado de alguno de los siguientes procedimientos: (i) celebración de contratos de locación de servicios o de obra con los emprendedores, en los cuales, a modo de contraprestación de las retribuciones asignadas figuran cláusulas por las cuales las partes convienen en que corresponderán a la corporación los derechos de propiedad intelectual derivados de la invención que eventualmente se produzca; o bien (ii) la compra, ex post y a precio vil, del invento ya producido, incluyendo la obtención de una formal renuncia, por parte de los emprendedores, de cualquier pretensión jurídica sobre el citado invento.

Con respecto a las prácticas anticompetitivas, ellas están facilitadas cuando las apps únicamente pueden utilizarse para un cierto sistema operativo. En tales casos las expectativas de los emprendedores exitosos quedan muchas veces supeditadas a la decisión de las empresas que tienen la titularidad de los derechos de propiedad intelectual sobre dichos sistemas operativos, pudiendo en consecuencia fijar unilateralmente las condiciones de contratación o adquisición del programa inventado.

En síntesis, la calidad y magnitud de las oportunidades generadas a través de las apps (y de otras actividades conexas y similares) está contrarrestada en los países latinoamericanos por las prácticas corporativas indicadas. Quizás estos obstáculos podrían reducirse significativamente si los oferentes de la tecnología contaran con apoyo gubernamental. Pero dadas las características de dispersión territorial y aislamiento social de los emprendedores, parecería que la intervención más idónea debería provenir de instancias políticas que les resultaran particularmente accesibles. Así, el nivel subnacional (estadual o municipal) podría ser un sostén de mayor operatividad. Se trataría de suministrar tanto a emprendedores individuales como a los agrupamientos y asociaciones de emprendedores una cooperación o asistencia técnica y financiera que les permita negociar con sus contrapartes en las mejores condiciones posibles.

Marcelo Halperin

Febrero de 2014

Referencias

  1. Véase la publicación de OECD “The App Economy”, documento incorporado a la red y fechado el 16 de diciembre de 2013.
  2. Son instructivos los comentarios del gerente de la firma The App Date Perú, publicados por el diario El Comercio, de Lima, el 6 de enero de 2014 en su sección Economía y Negocios.